En el estado de Hidalgo cuenta la gente que las
brujas son mujeres que, en las noches de mayor oscuridad, se convierten en
guajolotes sin una pierna.
Dicen que se ve en el cielo cómo las luces que
prenden y apagan en busca de una casa donde hallen algún recién nacido al cual
puedan chuparle toda la sangre.
Por ello es bien sabido que la gente acostumbra a
pintar afuera de las habitaciones donde duermen los bebés, grandes cruces con
cal, además de colocar espejos y tijeras en forma de cruz al lado de las cunas
para protegerlos.
Uno de los muchos casos de brujas que sucedió hace
muchos años y de los cuales mi papá me contó dice que:
En un
cuarto de adobe alejado del pueblo de Singuilucan, vivía un señor junto con su
esposa. Él era conocido entre la gente por su trabajo, aunque de su esposa se
corría el rumor de que era bruja, cosa que el
señor ignoraba.
Un día sus amigos le
comentaron a él lo que la gente decía y también le dijeron que la comida que
llevaba a su trabajo estaba hecha con sangre de recién nacido, por lo que,
lleno de dudas, decidió tenderle a su mujer una trampa y confirmar si aquello
que le habían dicho era cierto.
Así que ese
mismo día llegó a su casa diciéndole a su mujer que estaba tan
cansado que iría a dormir.
Ella le
dijo que también iría a dormir
en cuanto terminara de guisar lo que comería al día siguiente
en el trabajo, comida que misteriosamente siempre consistía en un pocillo con
fritanga (tripa rellena con sangre cocida en alguna salsa de tomate).
Ya
acostado, el señor le hizo un agujero a su cobija, por donde espiaría a su
esposa. Pasado un tiempo el señor comienza a observar que su esposa como
poseída por algo, cortaba de su larga cabellera negra un cabello
que ennudado en su pierna logra que ésta se desprenda de su cuerpo. Terminado
este acto que horrorizó al señor ella dejó la pierna junto al tlecuil (fogón),
a la vez que iba transformándose en guajolote, el cual salió volando de la casa
y convertido en el cielo en una luz parpadeante que se perdió en la oscuridad.
Aterrado
por lo sucedido, pero a la vez indignado por la traición de su mujer, el señor
quemó la pierna echándola al tlecuil y decidió esperar desde su escondite.
Ya cerca
del amanecer la
pieza se iluminó al regreso de la bruja,
que traía consigo sangre de niño dentro de una tripa para cocinar la suculenta
fritanga que comería su marido en el trabajo.
Al convertirse el guajolote en
mujer, ésta comenzó a buscar con desesperación su
pierna que jamás encontró.
Dicen
que al día siguiente, cuando ya todo el pueblo sabía la noticia,
la gente unida decidió quemarla en leña verde en el centro del pueblo.
Esta historia viene a cuentas ya que este fin de semana salimos de la ciudad a descansar y durante la noche hicimos una pequeña fogata para contar historias de terror. Disfruten su semana!
Un mapache embrujado