Qué onda, esos que me leen!
Este fin de semana una de mis
queridas mascotas nos dijo adiós y en honor a ella, les platicaré de la leyenda
que la representa.
Se dice que existía una princesa
llamada Cuzán y era la hija preferida de Ahnu, quien era el gran señor que se
sumerge en el cielo. Era alegre y feliz, y su rostro brillaba como el sol
cuando su padre ponía a sus pies lo más bello de sus tesoros de guerra. Cuando
Cuzán tuvo edad para el matrimonio, su padre concertó la unión con el hijo del
Halach Uinic de la gran ciudad de Nan Chan, el príncipe Ek Chapat, el futuro
Señor del Reino. Cuzán aceptó la elección de su padre.
Un día, al regresar de la guerra,
el rey envió los tesoros del botín a Cuzán. Cuando la princesa fue a la sala
del Gran Palacio para agradecerle a su padre el rico presente, lo halló
acompañado de un hermoso joven llamado Chalpol, Cabeza roja, porque su cabello
era de color encendido. Sus almas quedaron atrapadas en un lazo de fuego. A
partir de ese instante los dos quedaron eternamente enamorados.
Cuando el rey supo que Chalpol
era el amante de su hija, ordenó que fuera sacrificado. Cuzán le suplicó que le
perdonara la vida, pero todo fue en vano. El día señalado Chalpol fue pintado
de azul para la ceremonia del sacrificio. Hasta el atrio del templo llegaba el
aroma del copal que se quemaba para expulsar los espíritus. Con los ojos llenos
de lágrimas, Cuzán volvió a pedir a su padre que no lo sacrificara, prometiendo
que jamás lo volvería a ver y que aceptaría con obediencia ser la esposa del
príncipe de Nan Chan. Después de consultar con los sacerdotes, el Halach Uinic
le perdonó la vida, bajo la única condición de que su hija se encerrara en sus
habitaciones. Si salía, Chalpol sería sacrificado.
En el silencio de la noche, la
princesa fue llamada a presentarse ante el Halach Uinic. Cuando llegó a los
patios del templo sus ojos buscaron los de su amado. Tembló al pensar que lo
hubieran sacrificado. Le preguntó a su padre, quien sólo sonrió. Un hechicero
se le acercó ofreciéndole un escarabajo y le dijo “Cuzán, aquí tienes a tu
amado Chalpol. Tu padre le concedió la vida, pero me pidió que lo convirtiera
en un insecto por haber tenido la osadía de amarte.
El mejor joyero del reino lo
cubrió de piedras preciosas y le sujetó una de sus patitas con una cadenita de
oro. Ella lo prendió a su pecho y le dijo: “Maquech, eres un hombre, escucha el
latido de mi corazón, en él vivirás por siempre. He jurado a los dioses no
olvidarte nunca”. “Maquech, los dioses no han conocido nunca un amor tan
intenso y tan vivo como este que consume mi alma”. La princesa Cuzán y su amado
Chalpol, convertido en Maquech, se amaron por encima de las leyes del tiempo,
con un amor colmado de eternidad.
Bueno pues, esa es mi despedida al pequeño Balam que llegó a mi en una travesía en carretera desde Yucatán hasta mi casa. Tengan una bonita semana!