A veces la vida te lleva por caminos
separados y no quedan más que vagos recuerdos de lo que alguna vez fue una
buena relación. No hay tiempos para despedidas, no hay forma de asumir que esa
taza de café sería, en realidad, la última.
Hay finales que nunca llegan,
otros que se repiten, algunos con nuevos comienzos; también hay comienzos con fecha
de caducidad estipulada. Igualmente hay despedidas que llegan sin avisar, sin
una explicación, algunas veces no existe la oportunidad para decir adiós...
No hay despedida más triste que la
que no se dice, ni se explica, ni se entiende. Hay recuerdos que muy difícilmente
se borrarán y personas, que no personajes, que nunca se olvidarán. Y es que la
muerte es parte de la vida. Tan natural es morir como nacer y
vivir, pero eso no lo hace más sencillo cuando quien se marcha es alguien a
quien queremos.
Aún no lo proceso como una
realidad. Aún estás ahí, a un correo de distancia. Simplemente se trata de un
lapso más de ensimismamiento donde te alejas de todo y ya regresarás, tan
fresco e ingenioso como siempre has sido. Con la frase de remate correcta, con
un línea mordaz en la punta de los dedos.
Duele caer en la realidad de que
ya no estarás, que no habrá una oportunidad de platicar y quedar en paz. Esa
sensación de inmovilidad ante la sorpresa que nos deja un gusto amargo en la
boca, los ojos al borde del llanto y los oídos llenos de palabras dolorosas,
con la mente en un ir y venir de recuerdos rebuscados. ¿Cuándo fue la primera que
interactuamos? ¿En qué momento nos distanciamos? ¿Cuáles fueron las últimas líneas
que intercambiamos?
Pues no, no recuerdo la primera
vez que intercambiamos líneas. Busqué y busqué en los recovecos de la memoria y
no me dio más que para algunos momentos particulares.
El primer gran recuerdo fue
cuando ganaste el libro aquél, en la rifa aquella. Recuerdo una nota de
agradecimiento escrita con una letra pulcra y boluda que hizo a todos pensar que eras niña. Fuiste ese ente
andrógino por gusto y convicción. ¿Hombre, mujer o quimera? Fue esta última
opción y un juego de palabras lo que te dio un nombre que usaste por un rato.
El segundo recuerdo grande fue
esa conversación posterior a que me marchará de aquel lugar. Tú no eres eso, tú eres pieza aparte.
Siempre fuiste de mis favoritos y nunca reparé en decírtelo. Quizá en otra vida más antigua si te conocí,
lo malo es que tengo pésima memoria en esta vida.
Y entonces llegamos a ese último
momento, a ese último y amargo intercambio de líneas. No hubo más palabras
dulces, ni reconocimientos. No hubo risas ni buenos modos. Hubo una serie de
eventos desafortunados, en el mejor de los casos. Una serie de opiniones
encontradas y un partido tomado que jamás se debió tomar. Creo que nunca te lo
dije, pero para mí tu opinión, en ese mundo pequeñito en el que tuvimos la
suerte de coincidir, era importante. Así como alguna vez fue un aliciente saber
que me apoyabas cuando me marché, fue una aflicción el saber que había una
distancia.
Ese pesar me tiene escribiendo
estas incipientes líneas sin sentido. Solo me resta decirte que en este micro universo
donde todo es virtual, fuiste alguien importante para mí.
Sabina de mis amores